Antes de medianoche

Parece que el treinta y uno de diciembre se ha convertido en una tradición como día de balance o jornada de reflexión. Lo cierto es que mirando atrás, el 2016 se marcha dejando un año de contrastes, de grandes reencuentros, de cambios personales, de cuestionamientos laborales y de proyectos sorprendentes. También ha sido un año de ausencias sentidas, de desafíos y de vivencias que me han hecho más fuerte. En cualquier caso, le quedan las horas contadas y yo sólo puedo pensar en que el 2017 es sinónimo de una nueva oportunidad para seguir viviendo y cumpliendo sueños, metas e ilusiones. Porque nos digan lo que nos digan, no podemos perder la esperanza de alcanzar lo que queremos y de vivir como queremos hacerlo, a nuestra manera y sin que nadie silencie nuestra voz. Con estas líneas pongo punto y final a un capítulo largo e intenso y preparo la página en blanco para el siguiente. ¿Y con qué voy a llenarla? Con más atardeceres, café, viajes, música, amigos, familia, los...