Cancelar [o liberar]
Cancelaciones. Parece una
palabra negativa con un gran abanico de connotaciones que son aún más
deprimentes. Pero no todo es gris y deslucido. A veces hace acto de aparición
una de esas “cancelaciones” y de repente caes en la conclusión de que no es tan
malo como pensabas. Es como si la vida te dijera “te regalo un ratito más para
que hagas lo que quieras, pero úsalo bien”.
Y así me he encontrado esta
tarde, con una cancelación de frente y unas horas que no podían venirme mejor.
Esa sensación de tiempo ralentizado, de una taza de té caliente, mantita, mi
música y poder escribir. Introspección momentánea, nostalgia incomprendida y
una chispa de deseo culpable a la que le he tenido que pedir discretamente que
bajase la voz.
Ojalá tuviésemos la posibilidad
de vivir de forma más equilibrada, con ese balance perfecto entre el trabajo y
el tiempo para nosotros, para escucharnos con más atención y cuidar de lo que
tenemos. Mira que soy ingenua…y qué ideas más descabelladas tengo.
[Fue mientras hacía una pausa
entre palabras cuando se dio cuenta de que por primera vez en su vida no tenía
esa desagradable sensación de ansiedad ante aquella situación que ya conocía.
Puede que su mente hubiese aceptado que por mucho que repitiese un patrón, el
resultado no cambiaría. Quizá esta vez las cosas fuesen distintas, o que sólo
estuviese soñando. Y pensó ella: “vamos a dejarnos de convencionalismos, que a
fin de cuentas eso no va con nosotros”.]
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