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Mostrando entradas de enero, 2015

Rompiendo esquemas

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En ocasiones, los días pueden ser como una montaña rusa: empiezan tranquilos, van pasando un poco cuesta arriba (no necesariamente pensemos en ello de forma negativa, son cosas de la rutina), de repente un subidón hacia abajo (aunque parezca contradictorio), un looping que te deja sin saber dónde tienes los pies y dónde la cabeza… Pero son “tus” días. Tuyos. Y por eso hay que disfrutarlos vengan como vengan, intentando hacer lo que consideremos oportuno. Mis días son todos distintos, porque me encanta sentir el efecto de la sorpresa y  de lo inesperado (y sí, a pesar de las rutinas “impuestas”, esto es posible). Es la sal de la vida, la emoción de salirse de lo establecido, la adrenalina de un sprint final. ¿La clave? Ser nosotros mismos. Esa fidelidad debe prevalecer si queremos ser felices de manera auténtica. ¿Y si es un mal momento? Tomar la mejor decisión para poder volver a empezar, para renacer de las cenizas…como un fénix. Porque como he dicho otras veces, h

Las cuestas mágicas

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Algunos superhéroes se camuflan bajo la apariencia de tus amigos y te salvan justo cuando más lo necesitabas. Té caliente nivel infierno, subir al coche y carretera hacia lugares que no conoces. Una aventura para silenciar los pensamientos pesados y charlatanes, y para disfrutar plenamente de esos instantes. Dejar atrás la línea continua, pasarse de salida, cambiar de sentido, perderse en sus propias voces interiores…Las anécdotas se suceden, así como los aldeanos que rompen leyendas entre risas, pero que alegremente te guían hasta donde quieres llegar. Allí todo es silencio y un poco de magia. Por un momento me olvido de lo que me preocupa y me deslizo hacia atrás, subiendo cuestas sin sentido. Sin palabras. Los pequeños momentos que rompen patrones, los que te hacen sonreír y te recuerdan que por muy complicadas o imposibles que puedan parecer algunas cosas, hay que darles una oportunidad. Beneficio de la duda y ya veremos… [ La comprensión era como un

Dos mil quinientas revoluciones

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Paso el tercer semáforo y mi mente sigue corriendo mucho más que yo.  Dos mil quinientas revoluciones.  Cruzo la ciudad en apenas diez minutos para sumar unos cuarenta más antes de apagar el motor. Punto muerto. El coche se queda en silencio mientras fuera el tiempo sigue su transcurso natural, con gente que viene y que va, caminando delante de mí sin detenerse. Una hora, una llamada y más de trece canciones después abro la puerta y vuelvo a la realidad. He tenido la sensación de que allí dentro el tiempo se paró de manera extraña, como si me regalase un momento de intimidad para hacerme ver todo desde una nueva perspectiva. Estas cosas no pasan todos los días y es por ello que lo dejo por escrito, para recordar ese instante de desconexión que parece haber sacudido con fuerza todas mis ideas. [ Sin duda, aquello no era ni de lejos serio. Ella no pudo contener la carcajada y seguidamente volvió a escaparse un suspiro de resignación. Y dijo él: “Eso básicamente