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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Antes de medianoche

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Parece que el treinta y uno de diciembre se ha convertido en una tradición como día de balance o jornada de reflexión. Lo cierto es que mirando atrás, el 2016 se marcha dejando un año de contrastes, de grandes reencuentros, de cambios personales, de cuestionamientos laborales y de proyectos sorprendentes. También ha sido un año de ausencias sentidas, de desafíos y de vivencias que me han hecho más fuerte. En cualquier caso, le quedan las horas contadas y yo sólo puedo pensar en que el 2017 es sinónimo de una nueva oportunidad para seguir viviendo y cumpliendo sueños, metas e ilusiones. Porque nos digan lo que nos digan, no podemos perder la esperanza de alcanzar lo que queremos y de vivir como queremos hacerlo, a nuestra manera y sin que nadie silencie nuestra voz. Con estas líneas pongo punto y final a un capítulo largo e intenso y preparo la página en blanco para el siguiente. ¿Y con qué voy a llenarla? Con más atardeceres, café, viajes, música, amigos, familia, los

Pues...Feliz Navidad

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Otra vez diciembre, con sus luces, sus calles llenas de gente, los regalos, las felicitaciones y las ausencias. No voy a contaros lo que ya sabéis, porque cada uno lleva consigo su propia historia. Es un mes bastante nostálgico, de esos para lidiar con sentimientos, con pensamientos y con situaciones. Pero en mi opinión es también un mes en el que tenemos una nueva oportunidad para coger fuerza e impulso y sacar lo mejor de nosotros (incluso cuando el viento parece estar en contra). Ya se huele el nuevo año, ¿no os parece? Esta noche quiero haceros llegar a todos y cada uno de vosotros mis mejores deseos, junto con un poquito de esperanza y mucho cariño. Me parece que es un buen momento, diría que incluso íntimo. Por eso, entre el ruido de los que están llegando a casa, la locura que hay en la cocina, los típicos programas de la tele, el móvil que no deja de recibir vídeos e imágenes con todo tipo de mensajes…entre todo ese pequeño caos, me cuelo con estas líneas para

Sálvese quien pueda

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Era como estar delante de una pantalla de televisión viendo uno de esos momentos ridículos de una serie mala en la que uno de los protagonistas tiene una pesadilla a modo de sueño y no puede hacer otra cosa más que observar la escenita con los ojos desorbitados por el bizarrismo del panorama mientras un martillo inexistente revienta su pecho por enésima vez. Pero afortunadamente es eso, una pesadilla. No es real, aunque pueda sentirse como tal. Para contrarrestar sus efectos nada mejor como el aire frío del exterior desde la ventana, incluso siendo lo más desaconsejable para ese maldito resfriado recordado en el estornudo número quinientos trece. ¿Pero qué le vamos a hacer cuando las paredes ahogan? Se ríen los ecos al fondo con un “ya te lo dije”, “mejor pasa” o “no te lo recomiendo”. Siempre queda la satisfacción personal del “al menos hice lo que consideré mejor”. Es algo así como “soy consciente de que esto iba a pasar, pero lo hice de todos modos porque soy así d