Merece la pena intentarlo
Sientes que
se está acercando. Silenciosa, se desliza por tu estómago y se instala justo
allí, sin que la hayas invitado y sin tener ni idea de cuándo va a marcharse.
Ella no podía ser otra: la incertidumbre.
Esa sensación
de desconocimiento, una invasión de ignorancia desconcertante, esa
vulnerabilidad que te hace sentir frágil. Y no puedes hacer nada por evitarlo,
porque no está en tus manos que se vaya. Únicamente te resignas a esperar que
el tiempo pase inexorable y sin detenerse hasta que llegue el momento en el que
alguien invite a la incertidumbre a marcharse.
[Y dijo él: “Eres como yo, pero en chica”]
Pero incluso
de la incertidumbre se puede aprender, como el valor que tienen las cosas y el
valor que le damos nosotros a las cosas. En cualquier caso, es una invitada
difícil de complacer y que sabe crear perfectamente en nosotros un estado de
preocupación monotemática permanente e inevitable.
[Y dijo ella:
“Intuyo que no me lo vas a explicar,
¿verdad?”]
Pero en el fondo, de un modo u otro, nos da miedo el momento de su partida por todas las consecuencias que ello implica. Quién sabe si al salir cerrará la puerta suavemente y con una sonrisa en los labios, o por el contrario, cerrará la puerta de un portazo y con pena y desilusión en sus ojos.
Siempre,
Day*
P.D: Dedicado a los que se encuentran entre los extremos, en el paréntesis o los corchetes y los puntos suspensivos.
[Suena: Forty Foot Echo - Brand new day]
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