Limpiezas existenciales (y un estornudo de más)
Me hace gracia comprobar como
con el paso de los años nos hacemos menos idealistas y más prácticos. Aunque en
mi caso esto es solamente aplicable a un diez o quince por ciento de mi persona,
sí he notado que en el último año me cuesta menos decir las cosas que pienso en
el momento que se deben decir, mandar más a paseo, eliminar lo que sobra y
dejar espacio para lo que realmente merece la pena conservar.
Mi disco duro vital me ha dado
las gracias. Después de tanta sobrecarga, creo que ya era hora de darle un
respiro. ¿Cuántas cosas conservamos que ya no necesitamos? Cosas que ya han
cumplido su función, que ya no son de utilidad, que están oxidadas o cuya fecha
de caducidad expiró hace ya demasiado. No somos conscientes de que a veces
guardamos por guardar, por la nostalgia exagerada, la melancolía con copas de
más, los “por si acaso” y muchos otros “que dirán”.
Lo mismo pasa con las personas.
¿A quiénes queremos en nuestra vida? ¿Por qué? Quizá esta selección es más
difícil y necesita de muchos más filtros y consideraciones. Por eso no voy a profundizar
hoy en ello, porque ya habrá tiempo para hacerlo más adelante. Mientras tanto,
me quedo con la idea de soltar y dejar espacio para nuevas cosas, nuevas
vivencias y nuevos recuerdos. Eso sí es espacio bien aprovechado y energía bien
empleada.
[Un par de días en casa,
paseando de la cama al sofá y viceversa. ¡Cuánta emoción! La ironía se había
instalado allí también, porque sabría que ella la necesitaría para sobrellevar
ese maldito costipado que había venido de visita en el peor momento. Y pensó: “Seamos
positivos…seamos positivos…”. Acto seguido, se levantó de la cama, se vistió
con rapidez y salió a la calle. Necesitaba un rato de libertad antes de volver a
estornudar por enésima vez y que el teléfono sonara... ]
Comentarios
Publicar un comentario