Incluso mi luz y mi oscuridad

Entorno los ojos y respiro profundamente. Los abro y la bipolaridad me da un buen empujón: ¿será cuestión de transitar el camino despacio, sintiendo cada paso, o correr por una carretera poco transitada olvidando dónde está el límite de velocidad? En ambos casos la adrenalina se dispara, tanto en las sensaciones que viajan desde las huellas que dejas y que recorren todo tu cuerpo, como en el subidón descontrolado que asciende por la espalda al no sentir los frenos marcando un tope. La vida nos hace viajar de todas las maneras posibles, con urgencia o con paciencia, porque cada día seguimos moviéndonos, de aquí para allá, con nosotros, vosotros o ellos. Cada mañana nos da un beso en la frente y la jornada comienza en el punto de partida. A veces conocemos el sendero o la dirección, la mayoría hasta de memoria, y otras simplemente se tuerce, cambia de sentido o nos manda por una vía de servicio, una carretera secundaria o un laberinto sin sentido. Sé a dónde qui...