Inspiración [y la Ley del Impulso Nervioso]
Me respondió con
una pregunta. Era una trampa. De las buenas. Efectiva nivel bomba nuclear,
camuflada entre mayúsculas, minúsculas, acentos, comas y signos de
interrogación. Fue una de esas preguntas que es imposible eludir, que te genera
más cuestionamientos e ideas que no puedes ignorar. Sería un delito dejar pasar
la oportunidad de escribir sobre ello, o por lo menos de dejar unas líneas
sobre parte de la idea general.
Quizá podría
resumirlo en “¿qué nos inspira?”.
Pensadlo bien. ¿Son las emociones? ¿Nuestro entorno? ¿La sociedad que nos
limita o nos impone cánones? ¿Los sonidos? ¿Los colores? ¿Los olores? ¿Las
sensaciones? ¿Todo? ¿Nada?
Puedo deciros que
todo lo anterior me mueve, me remueve, me conmueve y desata torbellinos,
pasiones, recuerdos latentes y saca lo mejor y, a veces, lo peor de mí
(entiéndase “peor” como aspectos del ser que palpitan en una frecuencia baja de
forma puntual). Nadie es perfecto y todos tenemos momentos buenos y no tan
buenos. Es ley de vida.
Pero volviendo al
tema en cuestión, la inspiración es tremendamente subjetiva. Explorarla en
todos sus matices es una aventura que recomiendo a todo el mundo, porque es una
de las mejores maneras de conocernos más
a nosotros mismos, nuestras luces y sombras, nuestro potencial bajo la piel.
Abre de par en par tus sentidos y déjate llevar. Seguro que no te arrepentirás.
[Garabatos en una
libreta, sosteniendo un lápiz con mano firme y el pelo alborotado. Se cuelan
fragmentos de una conversación entre sus mechones. “¿Conoces la ley de todo o
nada del impulso nervioso? Es que es la leche
que todos los potenciales de acción sean prácticamente iguales”. No importaba
lo disparatada que pudiese parecer, Él y Ella eran un dúo curioso cuando
estaban juntos, y nunca les importó lo que pudiera pensar el mundo más allá de
ellos.]
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